por Alejandra Ortiz Chacón
El presente artículo discute los problemas que se enfrentan al definir y hacer historia cultural, analizando la forma en que se ha escrito desde principios del siglo XX, los debates marxistas, la definición de los conceptos en torno a los que se construye la historia cultural como son “tradición”, “lo popular” y el mismo término de “cultura”. Es básicamente una lectura que nos acerca a comprender este tipo de historia, el problema de sus fuentes, los debates en torno a ella, la forma en que se ha buscado legitimar, sus aportaciones y sus problemas de definición.
En un primer acercamiento, la lectura nos habla sobre el problema de las fuentes, ya que la historia cultural ha buscado hacer uso de los testimonios que se dejan de manera inconsciente, en especial a través de la literatura. De ahí surge el desafío de interpretar esos testimonios, para lo cual se ha hecho análisis de contenidos, y posteriormente análisis del discurso, a través de los cuales buscan un acercamiento más consciente desde lugar social del historiador.
Una de las críticas principales a la historia cultural ha venido de los marxistas, quienes enfocan su atención principalmente en lo económico y la cultura para ellos no puede ser considerada como un fundamento. Mientras que el hecho de hablar de cultura como un término que abarca a todo un grupo social dentro de cierta época resulta verdaderamente generalizador. Por lo tanto, el que un historiador marxista se declare historiador cultural representa, como dice Burke, casi una contradicción, pero a través de ello ha surgido una tensión creativa entre el economicismo y culturalismo, permitiendo una crítica sobre ambos acercamientos, buscando una mejor manera de hacer historia.
Algunas de las propuestas para estudiar las culturas son a través de la idea de tradición, de culturas populares, subculturas, dentro de la misma dificultad para definir el término. El hablar de “tradición” no nos obliga a generalizar por épocas y podemos hablar de distintas tradiciones en una misma sociedad, sin embargo, este mismo término nos plantea dos desafíos principales en relación con la persistencia e innovación de la misma tradición. Esto refiere que las tradiciones pasadas de generación en generación están en ocasiones fuera del marco histórico pero persisten y se produce un sincretismo con otras ideas; mientras que también sucede lo contrario, la tradición transmitida se recibe bajo otro contexto y es modificada, refiriéndonos a un concepto dinámico.
En relación con “lo popular” o el pueblo, la dificultad estriba en decidir quien es el pueblo y quien no lo es y quien participa o no de la cultura popular. Entre algunas propuestas está hablar de una variedad de culturas del pueblo, pero al mismo tiempo afirmamos que esas culturas son independientes unas de las otras y que todos pueden ser clasificados en ellas cuando las diferencias en ocasiones radican más en el interés del historiador por separar o definir. En este contexto se plantea el término de subculturas, pero ninguna propuesta termina siendo completamente aceptada o convincente.
Para ir cerrando con el reporte del artículo, el último concepto que se discute es el de “cultura”, lo cual muestra el desarrollo mismo de la palabra a través de los años y han sido las nuevas inquietudes de los antropólogos los que han llevado a la ampliación del término, que hoy intentan comprender los historiadores culturales para explicar su objeto de estudio, el cual aún parece un tanto ambiguo. Los historiadores culturales, por tanto, se enfrentan no solo al reto de definir y defender su trabajo, sino también a dar razón en la forma de utilización de las fuentes y su crítica, comprendiendo que al ampliarlas y hacer más grande el horizonte de estudio de la historia e intentar explicarlo, también hacen uso de la historia cultural al recorrer lo dinámico de los conceptos utilizados.
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