La historia oral, el olvido como arma política, la memoria como reconstructora de sentido e instrumento de justicia y paz.
Por Alejandra Ortiz
Voces Inocentes puede ser un primer acercamiento a la Voz del pueblo, a la voz de un niño, a la percepción individual y muy personal de un acontecimiento que al narrarse mediada por una metodología corre el riesgo de perder su humanidad. Dice Chava: “desde que mamá empezó a trabajar en casa la guerra ya no se sentía tan grande”. ¿Quien nos puede decir que este sentimiento no era real? ¿quién podría negar que para Chava su vida y su mundo se derrumban antes sus ojos? ¿Quién podría denunciar que lo que en este momento importa es la objetividad ante tales sucesos?
La historia oral en el rescate de la memoria y de la forma en que un individuo, a partir de su propio horizonte de expectativas -muestras de su propia experiencia y de su contexto histórico-, puede ejercer una fuerza de cambio sobre lo social. ¿Por qué Chava no asesinó a su amigo que estaba matando a los suyos? ¿Qué denuncia Voces Inocentes? ¿Qué nos quiere decir Mandoki en la sucesión de imágenes con coherencia, sonido y palabras? Hay denuncia, hay memoria y para darle sentido a una vida y a la historia de un pueblo se requiere de escuchar, de rescatar los recuerdos, e inclusive la de los muertos. Porque la historia de este niño salvadoreño pudo haber sido la de otros, fue la de otros. Me parece extraordinario como la mayoría de las veces una experiencia individual retrata mejor la historia de una colectividad que las generalidades de la historia escrita en los libros.
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