3 de diciembre de 2008

Historia cultural y materialismo histórico

Por Pedro Espinoza Meléndez*


Introducción

El objetivo del presente trabajo es analizar la influencia del materialismo histórico en los trabajos de historia cultural. Busca comprender por qué a pesar de los nuevos giros en las ciencias sociales, así como la desvalorización del marxismo como ideología política, ciertos conceptos de dicha corriente siguen siendo fundamentales en los análisis de la sociedad.

El texto comienza haciendo un breve comentario sobre el marxismo, y cómo ha perdido terreno dentro de los discursos políticos contemporáneos, lo cual de alguna manera ha creado un cierto rechazo hacia el mismo. Por otro lado, se hace mención sobre la forma en que el materialismo histórico ha operado tradicionalmente ha buscado comprender las sociedades y la historia, así como su contraste con los nuevos objetos de estudio que aborda la historia cultural.

Posteriormente se mencionan algunos ejemplos de autores y trabajos de historia cultural, en los cuales se encuentran presentes algunos conceptos provenientes del materialismo histórico, jugando un papel fundamental en la interpretación llevada a cabo por dichos autores. El trabajo termina con algunas conclusiones que pueden surgir al respecto, después de las lecturas, discusiones, exposiciones y comentarios llevados a cabo durante el semestre.

El materialismo histórico, ayer y hoy

Hablar hoy en día de marxismo o de materialismo histórico es algo completamente distinto a lo que significaba hace varias décadas. No se trataba solo de una corriente dentro de las ciencias sociales, sino que al mismo tiempo era cuando/es todavía para muchos? un discurso político, que se proclamaba a sí mismo como una alternativa viable y necesaria al modelo capitalista. Sin embargo, ante el desmoronamiento de la Unión Soviética, la caída del muro de Berlín, la apertura de China al mercado internacional, y las carencias de dictaduras como la del caso cubano, resulta sumamente difícil sostener un discurso de este tipo, al punto de que el simple hablar de “socialismos” puede producirnos cierto ruido.

Pero alejándonos un poco de este significado de marxismo, y acercándonos a las categorías de análisis social, ¿qué tan oportuno resulta en nuestros días hacer uso de los conceptos del materialismo histórico? Y más aún, ¿qué tan adecuado es utilizarlos cuando nos ocupamos de problemas que aparentemente resultan ajenos a los campos de estudio tradicionales de dicha corriente?

Probablemente la respuesta sea afirmativa, tal vez aún en nuestros días algunos de los conceptos enunciados por el marxismo resultan importantes para estudiar a las sociedades, inclusive cuando se trata de hacer historia de la cultura. Probablemente, aunque como ideología política haya perdido validez, el materialismo histórico sigue siendo importante para aquellos que, de alguna manera, nos dedicamos o pretendemos ser científicos sociales.

¿Incompatibilidad de paradigmas?

Como señala Peter Burke, hablar de una historia marxista de la cultura parece una contradicción. El materialismo histórico, como su nombre lo dice, se caracterizó mucho tiempo por su énfasis en lo material, lo económico. La cultura era vista como una simple parte de la superestructura,[1] es decir, un resultado de la estructura de una sociedad y que a su vez servían para sostenerla en pie. En otras palabras, para el marxismo la cultura está determinada por las estructuras económicas y sociales. Por eso, muchos de los análisis sociales llevados a cabo desde el materialismo histórico se enfocaban en analizar lo económico, pues en ello se encontraba el motor de la historia y de las sociedades humanas.

Lo que la historia cultural estudia es algo completamente distinto. Roger Chartier menciona que si bien existen varias corrientes dentro de ésta perspectiva, en general lo que se analizan son los ritos, las creencias, los textos, el lenguaje, las prácticas, las acciones simbólicas y sus significados. Se trata de terrenos que por mucho tiempo fueron dominio de los antropólogos, pero que recientemente han sido objeto de estudio de los historiadores.[2]

Sin embargo, pese a la notable distinción entre dichas escuelas, no es novedad que los marxistas se ocupen de estudiar la superestructura. Ya en los añs sesenta se había dado un debate en el cual se le calificaba a Edward Thompson de culturalista, por ocuparse más de la cultura que de las estructuras económicas. A ello respondía calificando de economicistas, a aquellos seguidores dogmáticos –por llamarles de alguna forma- del materialismo histórico[3]. Pero ¿que sucede con este debate hoy en día? ¿La historia cultural y el marxismo son compatibles o tienen un pleito irreconciliable?

Influencia del materialismo histórico en los trabajos de historia cultural

La idea de que necesariamente existe una estructura que sostiene y determina la cultura, se encuentra presente en muchos trabajos de lo que hoy conocemos como historia cultural. Un ejemplo de ello es el caso de Roger Chartier.

Si bien últimamente se ha puesto mucho énfasis en el giro lingüístico –es decir, a poner en el centro al lenguaje como posibilidad de conocimiento histórico-,[4] éste autor se opone a las posturas que afirman que los textos existen por sí mismos. Chartier menciona que los textos no pueden existir fuera de un soporte que lo da a leer, que dependen de las formas en las que se presentan a los lectores[5]. De esta manera, el significado de un texto no lo da su contenido por en sí, sino que en gran medida lo determinan las condiciones materiales desde las cuales llega al lector, así como el contexto desde el cual se hace la lectura. ¿Hay entonces una estructura social debajo de la cultura, que influye fuertemente sobre ella?

Eric Hobsbawm es uno de los mejores ejemplos de la influencia que venimos mencionando. Si bien se trata de un historiador marxista contemporáneo, sus análisis van más allá de las estructuras económicas, y se adentran en un análisis de la cultura, que en ningún momento pierden de vista lo material. En La Revolución Cultural, habla de cómo las transformaciones ocurridas en el pensamiento y en las costumbres durante la segunda mitad del siglo XX, se dieron de forma no solo paralela, sino íntimamente ligadas a los cambios que se vivieron en las fuerzas del mercado capitalista mundial.[6]

Es posible mencionar también el texto “Salir” de Michell Perrot. Sumamente influenciada por la historia de las mentalidades de la escuela de los Annales, ésta historiadora lleva a cabo una reconstrucción de la historia de las mujeres en occidente. citar a Perrot Algo notable en este trabajo, es que así como el marxismo hablaba de una conciencia de clase, Perrot nos habla de una conciencia de género,[7] que fue adquirida a lo largo de los años y de diversos procesos de cambio social. Al mismo tiempo, el análisis que hace sobre las mujeres como grupo social nos remite a los escritos de Antonio Gramsci, quien habló de clases subalternas, subordinadas a una que posee una hegemonía cultural.[8]

Inclusive en autores que podemos considerar posmodernos, siguen estando presentes este tipo de conceptos. Michel De Certeau, quien en su trabajo “Historia, entre Ciencia y Ficción” lleva a cabo un análisis sobre la historiografía occidental, al punto de casi negarla y equipararla a los discursos ficticios, (negar a la historiografía, no a la historia) se encuentra sumamente influenciado por el marxismo. Esto es algo que se puede apreciar también en otros textos, tales como La toma de la palabra, donde se manifiesta abiertamente a favor de los movimientos estudiantiles de izquierda.

En el caso de “Historia, entre Ciencia y Ficción”, hace referencia a que la historiografía profesional o culta se encuentra determinada por las estructuras socioeconómicas que determinan las representaciones de una sociedad.[9] Una vez más nos encontramos con un autor que, si bien estudia las representaciones sociales, no pierde de vista la parte socioeconómica, y en éste caso, parte de dicho principio para llevar a cabo un análisis profundo y muy crítico hacia la forma en que tradicionalmente se concibe la historia en la modernidad.

Conclusiones

Como se mencionó al principio del trabajo, el significado de ser o decirse marxista hoy en día es muy distinto a lo que fue antes de la caída de los regímenes socialistas. Dado la referencia existente, se tiende a ver como si el análisis social del materialismo histórico y el discurso político fueran una misma cosa. Pocos académicos se dicen marxistas hoy en día, y quien llega a hacerlo es visto, lógicamente con ciertos prejuicios.

Sin embargo, dentro de las ciencias sociales, podemos hablar de un materialismo histórico que no necesariamente es una doctrina dogmática. La influencia de ésta corriente se marca como una forma de concebir y de interpretar los fenómenos y la historia, en donde las estructuras socioeconómicas son factores que determinan las representaciones, los símbolos y la cultura de una sociedad. Esta es una visión que, como es posible observar, se encuentra presente en muchos de los trabajos de historia cultural, y que resulta fundamental para la interpretación llevada a cabo por los autores.

Más allá de las cuestiones ideológicas, de los prejuicios, de las nuevas formas de acercarnos a la historia, y de los recientes cuestionamientos a las certezas de la modernidad, es necesario tener en cuenta aquellas aportaciones a la historia y a las ciencias sociales que puedan ayudarnos a explicar los fenómenos que nos ocupan. En el caso del materialismo histórico, marxismo, o como queramos llamarle, nos encontramos frente a una escuela que, pese a haber perdido el lugar que en un momento tuvo dentro del plano ideológico, sigue teniendo mucho que aportar en cuanto al análisis de la sociedad, trátese de lo socioeconómico o de lo cultural.

Bibliografía

Burke, Peter. “Capítulo 2. Problemas de la Historia Cultural”, ¿Qué es la historia cultural? Barcelona: Paidós, 2006.
Chartier, Roger. “2. El mundo como representación”, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural. Barcelona: Gedisa, 2005.
_____, “La nueva historia cultural”, El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito. México: UIA, 2005.
Escalante Gonzalbo, Fernando. “El giro lingüístico” Una idea de las ciencias sociales. México, Barcelona, Buenos Aires: Paidós, 1999.
Hobsbawm, Eric. “Capítulo XI. La revolución cultural”, Historia del Siglo XX. 1914-1991. Barcelona: Crítica, Grijalbo Mondadori, 1995.
Perrot, Michell. “Salir”, Historia de las mujeres en occidente, t.8, dir. Por George Duby y Michell Perrot. Madrid: Taurus, 1996.
De Certeau, Michel. “IV. La historia, ciencia y ficción”, Historia y Psicoanálisis. Entre ciencia y ficción. México: UIA, 1998.

* Estudiante del 7mo semestre de la licenciatura en Historia, Escuela de Humanidades, UABC campus Tijuana. Este ensayo es el trabajo final del curso optativo titulado Seminario de Historia Cultural, impartido por la Mtra. Miriam García. utiliza mismo tipo de letra en todo el documento
[1]Peter Burke, “Capítulo 2. Problemas de la Historia Cultural”, ¿Qué es la historia cultural? (Barcelona: Paidós, 2006) 36.
[2]Roger Chartier, “2. El mundo como representación”, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural. (Barcelona: Gedisa, 2005) 46 – 47.
[3] Burke, “Problemas de la Historia Cultural”, 40.
[4] Escalante Gonzalbo, Fernando “El giro lingüístico” Una idea de las ciencias sociales. (México, Barcelona, Buenos Aires: Paidós, 1999), 166.
[5] Chartier, Roger “El mundo como representación”, 55.
[6] Eric Hobsbawm, “Capítulo XI. La revolución cultural”, Historia del Siglo XX. 1914-1991. (Barcelona: Crítica, Grijalbo Mondadori), 345.
[7] Michell Perrot, “Salir”, Historia de las mujeres en occidente, t.8, dir. Por George Duby y Michell Perrot. (Madrid: Taurus, 1993), 187.
[8] Burke, “Problemas de la Historia Cultural”, 40.
[9] De Certeau, Michel “IV. La historia, ciencia y ficción”, Historia y Psicoanálisis. Entre ciencia y ficción. (México: UIA, 1998), 55.

No hay comentarios: