8 de junio de 2009

“NUNCA MAS NUNCA”

Por José Antonio Alramirano

Es más importante

entender que recordar,

aunque para entender sea

preciso, también, recordar”

Susan Sontag

El tiempo es ineludible, impostergable e irrenunciable. El tiempo pasado es un perseguidor contumaz del presente, siempre está acechando en una actitud de rendición de cuentas. La historia como ciencia de los hechos del pasado es una herramienta necesaria para la humanidad, le permite encontrarse y re-encontrarse consigo misma, como dijo Huizinga “historia es la forma espiritual que una cultura se rinde cuentas de su pasado” (Huizinga, 1977:95). Dicho rendimiento de cuentas significa un enfrentamiento con lo que se ha sido y con lo que se dejó de ser, con lo que se hizo y con lo que se dejó de hacer; es decir un careo con la dicotomía esencia-trascendencia. Este ejercicio de fiscalización cultural puede traer consigo el riesgo de bordear la frontera de la fantasmagórica historia contrafactual, la cual se caracteriza por emitir lamentaciones a partir de la expresión: “si hubiera…”.

La historia existe (¿o los historiadores?) y eso la vuelve objetiva[2] y, por lo tanto, blanco de comunicación, análisis, reflexión, evaluación y calificación. Desde esta perspectiva no se puede soslayar el señalamiento de lo oportuno y/o adecuado, así como de lo errado en las acciones de los sujetos de la historia de acuerdo a las circunstancias contextuales en las cuales operaron. La tarea, entonces, de los encargados de difundir la historia se vuelve harto compleja y, en múltiples ocasiones, incomprendida. Esto es debido a que sus textos de difusión siempre encontrarán mentes acuciosas que llegan a rayar en el escepticismo y hasta la descalificación, razón por la cual, y ello sin demérito del rigor metodológico, la aceptación o rechazo descansará tanto en la ideología como en el ánimo de los receptores/lectores. Por otro lado, también enfrentará la oposición ideológica de parte los promotores de la historia oficialista, el Estado y sus intelectuales orgánicos.

Cuando la difusión y divulgación de la historia se enfrentan a obstáculos como los anteriores, surge la necesidad de que se opere en su estructura epistemológica una transformación conceptual y metodológica. En las últimas décadas hemos asistido a presenciar parte de esa transformación en la forma de las nuevas especialidades de la disciplina. Una de ellas, fundamental en este proceso, es la Historia Cultural[3] la cual facilita la comprensión de procesos “desde abajo”.

+ Tiempo Pasado

Primeramente, Sarlo hace una distinción conceptual entre Historia y Memoria y hace énfasis en el carácter diferenciado que existe entre ambos términos aún cuando estén estrechamente relacionados. La memoria es un intento de reivindicación, un grito de denuncia, sobre todo de los grupos que han sido víctimas de la invisibilización por las ideologías oficialistas, dentro de estos grupos destacan las mujeres, quienes han sido de las víctimas mas –paradójicamente, notorias de estos retrógrados procesos. La historia, por su lado, es la ciencia que da cuenta de los hechos trascendentes (¿según quién?) del pasado remoto-cercano; en esta perspectiva se le concede una función de recuento informativo, con amplias posibilidades hermenéuticas y pocas reivindicativas mas allá del discurso oficialista oportunista.

En esa inteligencia, el pasado que es objeto de la cultura de la memoria es inocultable, siempre va a estar retornando al presente, es un flujo memorístico incesante de hechos lacerantes con el propósito de no participar en “el olvido indeseable” (Sarlo, 2005: 26). Ni el más enconado intento de exterminio podrá desaparecerlo aunque, aparentemente, desaparezcan a sus protagonistas. Se practica, vergonzosamente, el “levantamiento sigiloso” de hechos contristantes, con la colaboración de poderes sociales; sin embargo, la memoria pervive y con ella las razones de los hechos y las motivaciones de los participantes. La estela de desolación que ha dejado esa práctica en los pueblos latinoamericanos, ha sido humillante y ha marcado indeleblemente las identidades colectivas. De ahí la importancia de la consideración, no solo del recuerdo sino de su reclamo con tintes de ajuste de cuentas, si ya no judicial, sino moral, histórico y teleológico: la ideología del nunca mas.

A través de las etapas corrientes del desarrollo de la ciencia histórica, se han ido dando diversos momentos que han determinado, tanto el objeto de estudio como su contextualización metodológica. En décadas recientes, el aparente conflicto radicó en los enfoques ideológicos y temporales, por una lado el “recientismo”; en el cual los investigadores mostraban una fascinación por los eventos cercanos, tanto en su ontología como en su teleología. Y por otro la llamada “auto-arqueologización”, caracterizada por un retorno cuasi-romántico, por los tópicos lejanos con mas fines académicos y comentativos[4] (disculpas por el intento de neologismo) entre especialistas, incluso hasta en ambientes con cierto carácter tertuliano, dichas perspectivas entraron en un estira y afloja teórico-epistemológico.

Con la irrupción de la nueva vertiente historiográfica, devino una diversificación temática en las investigaciones, ello incluyó el aumento en la tendencia a la aproximación a las historias de vida; es decir, la historia se personaliza. Esta personalización no es una re-edición de las microhistorias, sino el rescate de lo cotidiano para hacerlo evidente, visible y, por lo tanto, evaluativo. Se da así la transición metodológica de la historia oral a la memoria histórica, al otorgar validez a los testimonios de reconstrucción y ajustes con el pasado reciente. Es, como se decía líneas arriba, una demanda colectiva de justicia histórica. Esta transición, incluso, empezó a recibir el visto bueno de las esferas gubernamentales, cuando empezaron a promoverse en esa sociedades agraviadas las llamadas “comisiones de la verdad”. Las cuales, en el sentido del texto de marras, intentan desarrollar una labor de convencimiento ideológico, buscando “dar vuelta a la hoja”, sobre esto volveré líneas adelante.

+ VISTAS DEL PASADO

El pasado desarrolla una labor de sabueso infatigable, es un perseguidor ideológico del presente, al que no da tregua. En dicha persecución la hermenéutica va a jugar un papel fundamental, porque la reconstrucción de ese pasado ineludible debe lograrse mediante la correcta articulación de las reglas del método histórico, aderezada con el estilo del investigador que le permita ofrecer todo un producto artesanal histórico. Porque el historiador está supeditado a todo su bagaje teórico-metodológico así como a la funcionalidad de su labor en el concierto científico local e incluso global. Por su parte la historia de circulación masiva es menos rígida, metodológicamente hablando, y no por ella deleznable o con falta de seriedad o verosimilitud. Tiene un carácter relatista para sustentar su perspectiva teleológica. En este sentido, mas que hipótesis lo que prima son las certezas, las cuales satisfacen de manera adecuada las interrogantes populares respecto a los acontecimientos lacerantes que hubieran alterado la cohesión social. Es parte sustancial de esa migración metodológica mencionada antes, no se busca teorizar con los elementos clásicos de las hipótesis, sino justificar las razones de los reclamos. Por lo tanto, el elemento adelantador en la historia de circulación masiva en relación a la académica es su alto grado de legitimación que le concede el público receptor; es una historia pensada en los lectores y no solo en los historiadores. Este es un ejemplo nítido de la importancia que le concede Chartier a la historia de los textos y los lectores[5].

+ GIRO SUBJETIVO

El desplazamiento de lo meramente histórico-estructural hacia lo etnográfico es parte de lo que llegara a llamarse “giro subjetivo”[6], donde se privilegian aquellos personajes y aspectos de lo que en la obra de Michel de Certeau se concibe como “imaginativa etnográfica social” (Sarlo, 2005: 18-19) Es así como emergen los nuevos sujetos del nuevo pasado, cuya principal característica es un accionar tendiente a un rompimiento y/o sublevación en contra de la dominación a la que son sometidos por las estructuras existentes. Decir nuevos sujetos equivale a reivindicación –esencia de la cultura de la memoria- y no a un neo-natismo. Aparecen con plena conciencia del agravio histórico al que han sido cometidos y con sus relatos cotidianos ofrecen una visión fresca de la socialización característica del ser humano. Es una “presentación en la sociedad epistémica”, para ir cobrando notoriedad cada vez mas intensa.

Otra de las características de este giro subjetivo es la “novelización” de la historia –con sus toques de costumbres cotidianas y pintorescas- la cual se ha ido abriendo camino en el ánimo de los lectores tanto especializados como principiantes. En dicha perspectiva cobra relevancia el papel de las mujeres –por ser uno de los grupos cuya invisibilización ha sido históricamente mas acendrada- quienes en la proyección de cotidianidad aportan elementos innovadores, dignos de análisis. La vida diaria es todo un conglomerado de acciones y eventos, los cuales pueden arrojar luz para el entendimiento de la idiosincracia. En la reconstrucción del pasado, desde esta óptica, el abanico de posibilidades topicales se abre esplendorosamente.

Cualquier aspecto cultural puede ser objeto de estudio, por ejemplo la audacia metodológica de Richard Hoggart quien en 1957 hizo el primer trabajo al respecto (Sarlo, 2005: 20-21). Partiendo de una descripción de sus vivencias, convierte lo meramente personal –subjetivo- en objeto teórico, despertando cierto escepticismo entre los teóricos de la época, a pesar del entusiasmo innovador que pudiera haber generado. Ese el riesgo que enfrenta la innovación científica, lo saludable es la decisión de no claudicar, porque en la constancia esta el aprendizaje. Para la década de 1970, Passeron (coautor de El oficio de sociólogo) se encargaría de reorientar disciplinariamente a Hoggart en aras de hacer mas aceptable su trabajo en términos académicos. Lo sobresaliente de ejercicios como el de Hoggart es la reivindicación del sujeto como eje de la narración y por ende, la revalorización de la subjetividad como herramienta hermenéutica válida en estudios culturales. El campo de influencia pasa de la historia a la sociología de la cultura, donde la subjetividad (individual) va a reemplazar las estructuras[7]. Dicho reemplazo no se da por moda o capricho ideológico sino como el auto-pago de una factura pendiente que tuviera el sujeto por ese pasado lacerante, cuyo recuerdo es tan inevitable como sanador.

+ RECORDAR Y ENTENDER

El punto central es la construcción de la Verdad y no tanto el levantamiento de un tribunal inquisitorio; dicha Verdad arribará por la contundencia del testimonio desinhibido y no por la opinión de la intelectualidad orgánica, especialista en hermenéutica plástica. Acorde a su origen y circunstancia, Sarlo aborda el caso de Argentina durante y después de la dictadura militar (1976-1984) haciendo énfasis en el reclamo justo de justicia. La constitución de la comisión de la verdad se da como una herramienta mas que un arma. Para que cumpla su cometido de manera eficiente, necesita de la participación social, y la forma mas útil en la que lo puede hacer es a través del testimonio. El testimonio es el arma mas poderosa del “nunca mas”, para ello es necesario que este “nunca mas” no se convierta solo en un cliché mercadotécnico, sino en un continium memorístico incesante; que no caiga en la estigmatización de un cliché demagógico, en un sociolecto de moda electorera. Aquí vuelvo al punto mencionado en el primer apartado de este texto; no se debe ceder al chantaje ideológico del “darle vuelta a la hoja” en aras de una pseudo-unidad nacionalista. Es un deber, en contra de cualquier posibilidad de repetición, que toda la sociedad cuya herida no ha sido sanada, esté consciente de ese “nunca mas”. Este estado de conciencia no es para buscar una venganza sangrienta con efectos colaterales, sino el, ya mencionado, ajuste histórico-moral de cuentas. La fuerza, pues, del testimonio del sujeto no solo no puede negarse sino debe dimensionarse justamente en el nivel de credibilidad que le corresponde.

Viviendo en la época de la memoria se han visto, paradójicamente, intentos de borrarla desde las plataformas políticas para amoldar intereses de las élites. Al hacerlo apelan al dolor y sufrimiento experimentado, al chantaje sobre la conveniencia de permanecer en la zona de comodidad emocional e ideológica y, por consiguiente, a la inutilidad del desplazamiento. Lo que pasan por alto es que la examinación de los procesos actuales de memoria es irrefrenable, las condiciones socio-políticas de la actualidad así lo facilitan y, por lo tanto, dicho proceso memorístico no debe constituirse en un elemento que propicie el olvido indeseable. Por el contrario sirve de bastión para que los procesos ignominiosos no tengan repetición, para que la humanidad pueda evitarlos; para que la represión y silenciamiento de las voces discordantes sean desterradas de las prácticas sociales. Por lo tanto se debe pugnar para que nunca más nunca se pierda la memoria histórica.

B I B L I O G R A F I A

Bourdieu, Pierre. Capital cultural, escuela y espacio social, Siglo XXI editores, México, 1997

Chartier, Roger. "Ocio y sociabilidad, la lectura en voz alta en la Europa moderna" en El mundo como representación, estudios sobre historia cultural, Gedisa editorial, España, 1999, p.p. 121-136

Giddens A. – Turner J. (et. al.) La teoría social hoy, Alianza Universidad, Madrid, 1990, pp. 254-289

Huizinga, Johan. El concepto de la historia, 1ª. Reimpresión, FCE, México, 1977

Sarlo, Beatriz. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo, Siglo XXI, México, 2005, pp. 9-26



[1] Ensayo analítico basado en el texto “Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo” de Beatriz Sarlo, Siglo XXI, México, 2005, pp. 9-26.

[2] La objetividad en la historia siempre ha sido un tema debatido, en el presente trabajo se hará alusión al mismo y sus conflictos conceptuales que enfrenta, por lo cual en esta primera mención se usa de manera ordinaria.

[3] Los estudios de historia cultural se avocan al análisis de las representaciones y los imaginarios colectivos junto con el de las prácticas sociales que los originan, así como de la circulación de los objetos culturales.

[4] Quiero hacer énfasis aquí en la distinción que hace Pierre Bourdieu, respecto a los tipos de lectores. Distingue, básicamente, a dos; uno son los lectores, los que leen para comentar lo leído y, el otro tipo, los auctores, son los que leen para construir su propio objeto de estudio. Ver Bourdieu, Capital cultural, escuela y espacio social, Siglo XXI editores, México, 1997

[5] Roger Chartier, emblemático representante de la historia cultural hizo su trabajo con el rigor metodológico que demanda la ciencia histórica y puede ser consultado en Roger Chartier, Ocio y sociabilidad, la lectura en voz alta en la Europa moderna en El mundo como representación, estudios sobre historia cultural, Gedisa editorial, España, 1999, p.p. 121-136

[6] Sarlo refiere que este concepto es una derivación del llamado “giro lingüístico” aparecido en las ciencias humanas en los 80, en el que destaca Michael Foucault como precursor.

[7] Este desplazamiento teórico no es exclusivo de la historia, en la sociología, por ejemplo, se vive en el ejemplo concreto de las conceptualizaciones de Anthony Giddens –entre otros- que forman parte del conglomerado teórico que nublaría el reinado estructuralista de Talcott Parsons. Ver Giddens & Turner, La teoría social hoy, Alianza Universidad, Madrid, 1990, pp. 254-289

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