1 de junio de 2009

UN RIESGO ¿CULTURAL?

José Antonio Altamirano

 

La aparición y desarrollo de las corrientes historiográficas a través de los tiempos, ha generado un intenso debate acerca de lo que yo llamaría la confrontación discursiva de las conceptualizaciones. Esto implica que la evolución del discurso histórico significa por si mismo enfrentamiento; mas no subyugador sino concatenador que permite el enriquecimiento de unos y de otros.

En el texto “La nueva historia cultural” de Roger Chartier, podemos vislumbrar las aristas contenidas en el concepto. Desde una desmarcación en torno a la historia de las mentalidades –bastión metodológico de la escuela de los annales- hasta su concatenación con elementos de algunas de las ciencias sociales, otrora rivales hermenéuticos, como la sociología y antropología e, incluso –o sobretodo- con la literatura.  Los elementos característicos de esta incipiente subdisciplina nos llevan a enfocarla desde una perspectiva integradora, dada su proclividad a apoyarse en recursos visuales, como el cine, o en retóricos como el discurso y su sustento teórico-ideológico. Estos elementos, típicamente culturales, se complementan en la estructura de este enfoque historiográfico.  A la consideración de la  utilidad, importancia y trascendencia de los textos en el ámbito de las construcciones culturales Chartier  dedica una parte sustancial del texto.  Desplazando la importancia de los textos desde la posición del autor hacia la de los lectores, se rescata la elaboración de los conceptos mentales desde abajo. Esto, sin duda, amplía la gama de posibilidades hermenéuticas en la construcción del discurso histórico cultural, entre otras resultantes está la correcta distinción entre lo sabio y lo popular. Así tira por la borda la obsoleta taxonomía terminológica que creó fronteras clasistas por tanto tiempo. A su vez una acertada apreciación de la sociología de los textos va mas allá de la simple descripción de sus partes integrantes y se avoca a resaltar la importancia de sus elementos ontológicos.

Chartier deja ver la utilidad de la historia cultural como una explicación coadyuvante para entender los fenómenos sociales cíclicos y en ella misma hace una diferenciación entre las función de está y de la historia social. Queda claro, de principio a fin, que el concepto de Historia Cultural en si mismo es complejo y difícil de definir, por no decir riesgoso.

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