Por Alejandro Bonada Chavarría
Tijuana, B. C.
6 de octubre, año 2007, Ciudad de México, última presentación en el continente americano. Una de las agrupaciones más queridas y odiadas de la música en español, Héroes del Silencio, hacía su aparición en la capital mexicana, ante la impaciencia y euforia de miles de fanáticos, en mayor y menor grado, pero dispuestos a pasar una noche para la posteridad, ya que sería la última vez que verían a este cuarteto zaragoceno.
Los boletos eran los más preciados de todo el año (las localidades se agotaron el mismo día de su salida a la venta), por lo cual, gente ajena a la escena hacía su aparición en la reventa de boletos. Señoras que en su vida han escuchado melodías que no fuesen de Paquita la del Barrio o de Lucha Villa (no por menospreciar a la música regional mexicana), se aprovechaban del fervor para hacer su “agosto”.
Poco a poco iban llegando las hordas de rockeros, procedentes de todo el país, de todo tipo: darketos, metaleros, rockeros light, pintaban el inmueble donde sería la reunión y despedida de ésta banda.
8 p.m. El Foro Sol estaba casi a su máximo, la gente entrada en ambiente por el calor refrescante del alcohol, esperaba impaciente el inicio de la Avalancha. El sonido local tocaba Kashimire de Led Zeppelin. Gradas y piso pintados de negro, con un estampado para el recuerdo (HDS). Gritaban, silbaban, bebían. A las pocas canciones la oscuridad llega al recinto, el símbolo de la banda aparece en las dos megapantallas y... después de 10 años de ausencia, aparecen dos siluetas ejecutando acordes que enloquecían al ferviente público.
El estanque fue el primer himno interpretado por el controversial Enrique Bunbury. Dejando a un lado su guitarra electroacústica, inició uno de los temas más profundos: Deshacer el mundo. Las canciones siguieron hasta llegar al escenario acústico. El “frontman” del grupo daba una pequeña introducción, dando a entender la apuesta por los sueños, por lo desconocido, La apuesta por el rock n’ roll. Éste tema fue uno de los más coreados y alabados. Por último, llega Avalancha, otro de los grandes himnos, en donde por primera y última vez utilizaron antorchas de fuego para su espectáculo.
El grupo se despedía. Volvieron a tocar algunas canciones hasta llegar a uno de los puntos claves. Bunbury pidió al público que sacase cualquier objeto que iluminara y que lo acompañara a cantar: La chispa adecuada. Se escucharon las voces de miles de almas cantar e iluminar hasta el último rincón.
Para cerrar con broche de oro ejecutaron En los brazos de la fiebre, en donde Enrique tomo una lámpara y alumbro las gradas repletas de fanáticos, los cuales explotaron en júbilo, para así concluir con el concierto más esperado del año… y el mejor.
1 comentario:
ohhh si mi hermano, no hay nada mejor que lucha villa o la venerable paquita... pero que me dice de los tigres del norte, mas cool no?
cool bro, al leer tu cronica sentie imagine que estaba ahi echandome unas caguamas mientras algun malandro me tumbaba la cartera .. jaa..
see ya alex..
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