30 de noviembre de 2008

Reporte del capítulo IV “La historia, ciencia y ficción” de Michel de Certeau

Por Alejandra Ortiz

Lo radicalmente opuesto que nos pueden parecer la ciencia de la ficción es el tema principal que Michel de Certeau trata en este capítulo.[1]El recorrido histórico de la historiografía que nos da el autor resulta revelador para comprender a la historia en la actualidad, en su búsqueda por la cientificidad. De igual forma, la forma en que plantea y los ejemplos que proporciona sobre la necesidad de comprender la historia rompe con muchos de los paradigmas impuestos por la modernidad. La estructura del capítulo es muy útil para comprender las intenciones del texto, partiendo de la comprensión actual y el recorrido histórico de las palabras “ciencia” y “ficción”. Estas dos palabras, en su presencia o ausencia, son al final las que otorgan a la disciplina histórica su grado de ciencia y por lo tanto la legitiman como un discurso de lo real.

De estas primeras consideraciones, De Certeau fundamenta sus argumentos sobre la “ficción” de la historia al plantear que esta siempre está dada o vinculada a una institución dentro de un tiempo que le da representaciones de lo real y que de igual forma construyen el escenario de lo legítimo para la historia como ciencia. Al parecer está hablando del lugar social, y por tanto nos plantea la necesidad de reflexionar desde ese lugar la historia que pretendemos representar. No hay mucha diferencia, según este autor, entre la historiografía general y la cotidiana de los medios de comunicación masiva, sino que sus distinciones radican en las técnicas provistas por las instituciones, así como la intención de una por monopolizar el discurso de “lo real”. Esto le otorga poder sobre sus oyentes o lectores y los moviliza consciente o inconscientemente.

El ejemplo que De Certeau nos da para demostrar sus hipótesis es el de la informática como una institución en la empresa historiográfica. Los factores tecnológicos del contexto, influencian a la historiografía, es decir, lo historia cambia según el lugar social desde el cual se plantea las preguntas, pues determina las inquietudes, dudas y necesidades de orden. Las matemáticas tuvieron (tienen) su lugar en el quehacer histórico y las podemos reconocer en la historia demográfica, la historia económica, así como en “las mentalidades”. Por otro lado, la computadora representa una transformación en las prácticas historiográficas, en el análisis de los documentos: su acceso y tratamiento. De Certeau nos dice que en esta falta de reconocimiento de la historia sobre sus elementos de ficción es donde se constituye como tal, ya que intentan -las instituciones- eliminar todo aquello que es falso o que está dado por el sujeto.

La historiografía es histórica y por lo tanto nos plantea formas de acceder al pasado y hacerla plausible. La necesidad está en repolitizarla, como se mencionó anteriormente, en reconocer su historicidad. En pensar el tiempo, reflexionando su lugar social; en considerar el sujeto del saber y sus relaciones con otros sujetos, así cómo en redefinir la ficción y el trabajo de la historia en ese campo. La ficción no tiene que ser falsa, y de hecho la historia en algún momento se desprendió de la literatura, por eso le es necesario repensar los vínculos ya que al final esta es también un discurso que incluye lo que hemos mencionado, y por tanto una ficción. Esto no implica que no represente lo real, pero si se quiere hacer más verosímil será necesario considerar los elementos que plantea el autor. Pues es imposible argumentar su cientifismo sin reconocer el lugar desde donde se produce el discurso, las necesidades a las que responde y la forma en que está inserto en su propio contexto.

1. De Certeau, Michel. Historia y psicoanálisis. Entre ciencia y ficción. México: UIA, 1998.

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