2 de diciembre de 2008

Aura... un retrato oscuro de lo femenino

Por Pedro Espinoza Meléndez

Hay dos aspectos de la novela sobre los cuales no pude evitar que se centrara mi atención. Por un lado, la imagen que se proyecta sobre el historiador, y por otro, la forma en que Carlos Fuentes plasma la incomprensión de lo femenino.

Felipe Montero es un historiador a la vieja usanza, cuya habilidad recae en poder leer y transcribir documentos antiguos. Estudió en Francia, pero en nuestro país simplemente se ha dedicado a dar clases. También es, de alguna manera, un intelectual ambicioso, con planes de reescribir mucho de lo que se ha publicado sobre la conquista de América, pero que por razones económicas, se ve obligado a llevar a cabo otro tipo de trabajos, que si bien no le son de su total agrado, le dan para comer.

Por otro lado, me parece que la frase de Michelet con que abre la novela, hace referencia al que creo que es el objetivo principal de la obra. Carlos Fuentes plasma la incapacidad del hombre para comprender el mundo y el pensamiento femenino. Por ello, a lo primero que me remite esta novela es a la historia de género.

Todos los simbolismos de la casa en la que viven doña Consuelo y Aura están relacionados de alguna manera con lo femenino. Esto significa para el hombre oscuridad, no porque sea algo negativo, sino porque se trata de un entorno que le es ajeno, desconocido. Las referencias a lo religioso y a las imágenes de santos y vírgenes, así como al encierro (es que nos amurallaron…) me hacen pensar en el papel jugado por la mujer dentro de la cultura y el pensamiento tradicional mexicano.

Esa incapacidad de comprender lo femenino, lo otro, es lo que hace que se creen mitologías a su alrededor. Los rituales, la noche, la brujería, y demás elementos que el varón observa con asombro y cierto, miedo no son necesariamente símbolos de lo malo, sino de lo diferente, lo desconocido, lo incomprendido.

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