3 de diciembre de 2008

Cine, historia y memoria: La capacidad de representar y transformar.

Por Alejandra Ortiz Chacón*


La afirmación del cine como un documento histórico requiere una reflexión sobre sus alcances y formas de interpretación. Al mismo tiempo que interesa la manera en que el cine puede dar imagen a la memoria y crear referentes sobre el pasado transformando así la historia misma. Este ensayo pretende explorar este tema: el cine, la historia y la memoria. Los autores alrededor de los cuales se discutirá son Peter Burke, Roland Barthes, Marc Ferro y Beatriz Sarlo.[1]

El cine como fuente para la historia

El cine, al igual que otro tipo de testimonios no puede tomarse simplemente como reflejo de la realidad. Está inscrito en un contexto de producción y de recepción que repercute en su análisis e interpretación. La discusión en torno a este tipo de documento, viene desde la incorporación de nuevas fuentes en la Nouvelle Histoire de los Annales, pero ha sido desde la aparición del cinematógrafo que el tema ha estado sobre la mesa. En los escritos de Peter Burke, su estudio acerca del uso de las imágenes en la historia le permite plantear la utilidad de los filmes para comprender mejor el pasado. Pero advierte la necesidad de estudiar también a los que producen cine, es decir, a los directores, guionistas y en general a toda la empresa que les soporta. Ellos al fin de cuentas están contando una versión del pasado y es necesario conocer sus razones, motivaciones, perspectivas e ideas que buscan transmitir.[2] “…una historia filmada, lo mismo que una historia pintada o escrita, constituye un acto de interpretación.”[3]

Tal vez una de las causas por la cual existe cierta reticencia en considerar al cine como un testimonio legítimo se deba a la obviedad de muchas películas desprovistas de rigor histórico, pues su propósito es vender y hacer atractiva una ficción y no necesariamente reconstruir un pasado. Ahora bien, aún cuando una película no tenga como fin dejar un testimonio histórico, Marc Ferro nos muestra que una obra cinematográfica vale por lo que representa, por aquello que dice e incluso lo que calla.[4] A través de los ejemplos que él proporciona en su texto, podemos ver con claridad diferentes versiones sobre la revolución rusa sin que esto se haga evidente: la denuncia ante las injusticias y lo posible o imposible que podían ser los resultados esperados de la revolución según la ideología de sus directores.

Mientras que lo mencionado son tan sólo algunos alcances y presupuestos sobre el cine como documento histórico, cabe incluir una de las propuestas interpretativas para su uso en la historia. Este tema lo aborda Roland Barthes que si bien no nos dice la receta para tratar los filmes como fuentes, desarrolla una semiología de la imagen que recibimos a través del cine[5]. Lo interesante es que parte de la consideración del film como un mensaje, con sus respectivos significados y significantes. Sin un análisis de los significantes, que son siempre variados y heterogéneos, de sus significaciones y de la relación entre ambos términos que el director usa para desarrollar su obra de arte, la utilización del cine como documento sería muy carente. Es necesario aprender el lenguaje de la cinematografía y la misma cultura en la que se inscribe el material fílmico, pues los signos y sus representaciones varían de lugar a lugar y de industria a industria.

La relación entre el cine y la memoria


En un primer momento, podría parecer que el cine no tiene tanto que ver con la memoria como lo tiene la historia oral. Sin embargo, algo en lo que se relacionan estos conceptos radica, en un sentido, en el interés por comprender la vida cotidiana y reconstruir esa realidad. La memoria, cuando se recupera y se organiza nos da esa posibilidad,[6] y al mismo tiempo el cine permite un acceso a una vista del pasado, según la percepción de algunos y según su propia interpretación. Pero estas interpretaciones trascienden, pues dejan referentes en la memoria: el pasado se explica a partir de lo que hemos experimentado y visto, y mucho de lo visto ha sido a través del televisor o la pantalla grande.

Estos referentes pueden incluso llegar a ser revolucionarios, es decir, pueden producir un cambio. Burke nos pone un ejemplo de ello sobre algunas imágenes, como la de la toma de la Bastilla: “Estas imágenes fueron en cierto modo agentes históricos, pues no sólo guardaron la memoria de los acontecimientos, sino que además influyeron en la forma en que esos mismos acontecimientos fueron vistos en su época.”[7] Por lo tanto, aún cuando la iconografía sea ilusoria y pertenezca a la ficción, tiene el poder de desmitificar, de transformar, de dar identidad y de ayudar a la comprensión del pasado. El cine tiene esa facultad, y en torno a lo que se ha dicho sobre una película podría aplicar a muchas más: “…invita al espectador a conocer mejor las historias alternativas, y en ese proceso pone de manifiesto la capacidad que tiene el cine de desmitificar y despertar la conciencia del público.” Este mismo propósito tienen “los actos de memoria” y el testimonio, pues ante la situación actual pareciera que se erige una abismo cada vez mayor entre el presente y el pasado que amenaza con el olvido.[8] Es casi imposible, ante la cantidad de películas con estas temáticas, negar este tipo de observaciones, pues el verles y considerarles reconfigura nuestra comprensión de la vida, la historia y los acontecimientos.[9]

Reflexiones finales

Hacia el final de este ensayo creo importante aclarar que no pienso que todas las producciones cinematográficas puedan relacionarse directamente con el campo de la memoria y la historia. Sin embargo, el esfuerzo de estas reflexiones ha sido observar al cine como una fuente para el quehacer histórico y al mismo tiempo relacionarlo con la importancia de la memoria en las reconstrucciones sobre el pasado. Añadiendo el elemento del cine como un referente para la memoria social e individual y por lo tanto su recuperación. Esto se observa en las películas de corte histórico que ilustran la vida cotidiana, los lugares comunes y a toda la sociedad como posibles protagonistas, y son ellas las que tienen un alcance mayor que las producciones académicas con la envoltura de libros.

Por esta razón es que también mostré algunos de los alcances e interpretaciones de los films, pues será tan sólo con las consideraciones necesarias sobre los contextos de producción y recepción que se puede hacer uso de este tipo de documento. Concluyo afirmando que existen dos dimensiones para el cine tratados en este ensayo: el de su interpretación para la historia, y por otro lado, el de su trascendencia y relación con la memoria que transforma a la historia. Aún cuando desconozco si existen estudios concretos sobre la capacidad de agencia de estos productos históricos, considero que la adquisición de una conciencia, la creación de vínculos y la “imposición” de significaciones han transformado indudablemente a la sociedad y lo seguirán haciendo.

Bibliografía

Barthes, Roland. “El problema de significación en el cine”, La Torre Eiffel. Textos sobre la imagen. Barcelona: Paidós, 2001.
Burke, Peter. "De testigo a historiador”, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: Crítica, 2005.
_____. "Relatos Visuales”, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: Crítica, 2005.
Ferro, Marc. “El cine: un antianálisis de la sociedad”, Hacer Historia. Vol III Nuevos Temas. Barcelona: Laia, 2006.
Sarlo, Beatriz. “1. Tiempo pasado”, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y el giro subjetivo. Una discusión. México: Siglo XXI, 2005.

* Licenciatura en Historia, séptimo semestre, Seminario de Historia Cultural, Tijuana, Baja California, 1ro de diciembre, 2008. utiliza el mismo tipo de fuente en todo el documento
[1] Roland Barthes, “El problema de significación en el cine”, La Torre Eiffel. Textos sobre la imagen, (Barcelona: Paidós, 2001); Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, (Barcelona: Crítica, 2005); Marc Ferro, “El cine: un contraanálisis de la sociedad”, Hacer Historia. Vol III Nuevos Temas, dir. por Jacques Le Goff y Pierre Nora (Barcelona: Laia, 2006); Beatriz Sarlo, “1. Tiempo pasado”, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y el giro subjetivo. Una discusión, (México: Siglo XXI, 2005).
[2] Burke, “De testigo a historiador”, en Visto y no…, 201.
[3] Ibid., 202.
[4] Ferro, “El cine…”, , 246-247
[5] Barthes, “El problema de significación…”, , 27.
[6] Ibid.
[7] Burke, “Relatos visuales”, en Visto y no…, 183-4.
[8] Sarlo, “1. Tiempo pasado”, 24-25.
[9] Los títulos de algunas películas pueden ser: “El último rey de Scocia” sobre el terrorismo de estado y genocidio a cargo del dictador Idi Amin en Uganda , “Sophie Scholl” sobre la resistencia de jóvenes alemanes ante el régimen nazi, “Voces Inocentes” sobre la guerra civil en El Salvador, “Rojo Amanecer” sobre la matanza de estudiantes en el DF en 1968, “Hotel Ruanda” sobre el conflicto étnico y el genocidio en Ruanda, etc. procura no utilizar el etc, mejor entre otras.

No hay comentarios: