1 de diciembre de 2008

Sólo la historia y yo…que estamos vivas y locas. Reflexiones en torno a la historia

*Por Abdiel Espinoza González


“Sólo la historia y yo, Maximiliano, que estamos vivas y locas. Pero a mí se me está acabando la vida.”[1]

Una visión a la vida cotidiana del Segundo Imperio Mexicano, una historia social del México decimonono, una historia de la cultura política de la clase dominante mexicana, una historia de las mentalidades durante la intervención francesa, una historia oral de las batallas olvidadas, una reconstrucción del pensamiento y las representaciones del mundo por parte de Maximiliano y Carlota es lo que Fernando del Paso nos ofrece en esta historia total del Segundo Imperio contenida en la novela Noticias del imperio.[2]

Esta novela histórica es un trabajo valioso, parte de un hecho histórico, un acontecimiento real como la intervención francesa en México en 1862 y el segundo Imperio Mexicano, y construye una historia novelada, en donde le da voz a personajes históricos como Maximiliano, Juárez, Carlota, permitiéndonos entrar en su pensamiento y su forma de comprender el mundo que les tocó vivir. Sin embargo, no solo atiende a los grandes personajes, también se ocupa de dar voz y espacio en la trama a personajes de los diferentes sectores de la sociedad, que rescatan de voz propia, su historia y su participación en la historia.

El trabajo de Del Paso nos permite trabajar muchos aspectos de su novela, entre los más valiosos, desde mi punto de vista, ya mencionamos algunos renglones más arriba, pero existe la necesidad de centrar la atención particularmente en dos ideas en las que reflexionaré.

La primera es la construcción de un discurso histórico a partir de distintas voces a lo largo de toda la novela, que son en gran medida ellas las que van relatando la historia, pero sustentada en una investigación histórica, logrando de esa forma borrar casi por completo esa fina línea entre historia y literatura, pues en algunas partes de la novela se puede leer una interpretación histórica de las fuentes consultadas por el autor, a tal grado que se olvida, en ciertos puntos, que se disfruta de una novela, recordándolo únicamente cuando los personajes entablan diálogos o nos sumergimos en sus pensamientos.

Lo interesante del texto es que el autor en ningún momento está cuestionando el hecho histórico en sí, pues está, como los historiadores, completamente seguro que ocurrió, en realidad, lo que sí hace Del Paso es cuestionar las interpretaciones históricas hechas del mismo suceso, y por lo tanto, cuestiona a la realidad del presente que se justifica en determinadas interpretaciones que construye del pasado.

La segunda idea a desarrollar es el sentido de la historia para Fernando del Paso, que considero se plasma a través de toda la novela y en la estructura de la misma, no obstante, tomaré, a manera de delimitación, el capitulo primero de la novela, para que éste sea el margen donde encuadren mis ideas.

Desde mi punto de vista, el autor pone en palabras de una loca su concepción de la historia, en la que conceptos como locura y memoria van de la mano y hacen posible la idea, porque resisten al propio tiempo; pues sólo un loco puede reconstruir una realidad pasada usando su memoria y continuar viviendo en el presente, este péndulo o portal que permite hacer los saltos en los tiempos es la locura, por consecuencia, los historiadores tienen un cierto grado de ella para poder hacer su trabajo, en cuanto se vuelve una operación difícil e inentendible para el corpus científico. “Si supieras, Max, qué terror me dio la primera vez, cuando vi todas esas páginas en blanco, cuando me di cuenta que si no encontraba mis recuerdos tendría que inventarlos”.[3]

La historia es el constante intento por recordarnos en el “yo soy” de Carlota para darle sentido y coherencia a nuestro presente, “Ya no tengo testigos de mi vida. Si tú no me ayudas, quién más podría ayudarme, Max: a todos les llegó el día de su muerte. Qué pena tener que decírtelo y qué alegría”[4]. De esta manera, la historia válida para Del Paso no es únicamente la escrita, ya que nos oculta tanto, por el contrario, la historia válida, la que es o debería ser contada es aquella que se recuerda, por el testigo del “yo estuve ahí”, y yo, en un acto consciente de hacer sobrevivir mi mundo a mi vida, es podértelo contar y comunicarlo en la tradición oral. Por eso que Carlota se pregunte constantemente:

“Y el otro día me asomé a la ventana y me enteré que se había muerto el siglo y que se había muerto el Imperio Austrohúngaro y que se había muerto con un millón de hombres en el Valle del Somme.

Y ahora, “¿quién de los vivos puede decir que vio nacer a tu padre Napoleón Segundo Rey de Roma? ¿Quién de los vivos puede contar que lo vio pasear en la carroza de plata…? […]¿Quién te vio a ti jugar con tu hermano…?”[5]

Por lo tanto, la historia se preserva porque se guarda en la memoria, y en este punto entra al centro del debate la memoria como factor indispensable de la practica histórica: “¿Y quien, de los vivos, nos recuerda? […] quien, dime, recuerda lo verdes que eran los ojos del traidor López? Sólo la historia y yo, Maximiliano.”[6]

La historia es el constante esfuerzo por recordar y dar sentido a los recuerdos, el historiador, en su locura, tiene la capacidad de moverse entre tiempos para poder construir su relato desde el presente. El trabajo de Del Paso debería plantearnos a todos nosotros el propio quehacer histórico y algo mucho más importante que en el peor de los casos siempre ignoramos, la escritura de la historia, la forma de narrar la historia y por supuesto, el lector que ha de apropiarse del texto. Pensar la narrativa en la historia y el lector nos obligará a considerar más nuestro papel en el proceso de investigación y el peso de nuestro lugar social en nuestro trabajo.

[1] Ibid, 36

[2] Fernando del Paso, Noticias del imperio. México:

[3] Ibid, 29

[4] Ibid, 30

[5] Ibid, 31

[6] Ibid, 33-34

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