Por: Alberto Díaz Ramírez*
El estudio de la fiesta como elemento de representación social, cultural, simbólica y política, arroja elementos que nos permiten estudiar a una sociedad en un contexto determinado. La fiesta es un concepto muy general, aunque parece tener unicidad y homogeneidad, está plagado de diferencias. Las formas de representación de la fiesta y la apropiación de espacio público varían en cada sociedad. Dentro de esta manifestación social, como forma de sociabilidad e interacción convergen relaciones entre la cultura popular, el folklor y la cultura dominante.
La fiesta nos permite observar las prácticas, tensiones y comportamientos de una sociedad, en donde lo prohibido se hace público y las normas y conductas se transgreden por un momento. Es por eso que Roger Chartier en este artículo[1] aborda esta problemática, en la que se relacionan la cultura popular con la cultura dominante. Sitúa su estudio en la Edad Media, en donde el control político y social, está a cargo de la Iglesia. Expone que la fiesta antes de ser un crisol de representaciones simbólicas lúdicas, era un elemento ritualista, tradicional y de participación comunitaria.
Analiza las representaciones de la fiesta y la danza reguladas por una iglesia moralista. Asimismo, su evolución en el ámbito rural hasta convertirse en una representación urbana, netamente citadina, en la que el control público está a cargo del municipio y los regidores, siendo ellos los financiadores de la fiesta, los itinerarios ceremoniales se configuran entorno a lugares simbólicos de identidad y poder urbano como la plaza o el ayuntamiento, en donde radica el poder político. De esta manera la fiesta urbana se convierte en un instrumento que permite la consolidación de la ciudad, ante las demás ciudades, el derroche y la riqueza son elementos constitutivos de la festividad urbana que busca la totalidad.
La fiesta de participación comunitaria es sustituida por fiestas otorgadas por la autoridad. Volviéndose elitista, específicamente del seno burgués, evolucionado ante nuevos significados, y representaciones sociales que configuran una nueva forma de interpretar la fiesta, los rituales, gestos y objetos se cargan de elementos simbólicos que enuncian aspectos de la cultura dominante sobre la cultura popular haciendo de la fiesta una manifestación creativa en constante cambio y de valores nuevos.
* Seminario de Historia Cultural 26/05/2009.
[1] Chartier, Roger. “Disciplina e Invención: La Fiesta”, en Sociedad y escritura en la Edad Moderna. La cultura como apropiación. México: Instituto Mora, 1987. pp.19-35.
El estudio de la fiesta como elemento de representación social, cultural, simbólica y política, arroja elementos que nos permiten estudiar a una sociedad en un contexto determinado. La fiesta es un concepto muy general, aunque parece tener unicidad y homogeneidad, está plagado de diferencias. Las formas de representación de la fiesta y la apropiación de espacio público varían en cada sociedad. Dentro de esta manifestación social, como forma de sociabilidad e interacción convergen relaciones entre la cultura popular, el folklor y la cultura dominante.
La fiesta nos permite observar las prácticas, tensiones y comportamientos de una sociedad, en donde lo prohibido se hace público y las normas y conductas se transgreden por un momento. Es por eso que Roger Chartier en este artículo[1] aborda esta problemática, en la que se relacionan la cultura popular con la cultura dominante. Sitúa su estudio en la Edad Media, en donde el control político y social, está a cargo de la Iglesia. Expone que la fiesta antes de ser un crisol de representaciones simbólicas lúdicas, era un elemento ritualista, tradicional y de participación comunitaria.
Analiza las representaciones de la fiesta y la danza reguladas por una iglesia moralista. Asimismo, su evolución en el ámbito rural hasta convertirse en una representación urbana, netamente citadina, en la que el control público está a cargo del municipio y los regidores, siendo ellos los financiadores de la fiesta, los itinerarios ceremoniales se configuran entorno a lugares simbólicos de identidad y poder urbano como la plaza o el ayuntamiento, en donde radica el poder político. De esta manera la fiesta urbana se convierte en un instrumento que permite la consolidación de la ciudad, ante las demás ciudades, el derroche y la riqueza son elementos constitutivos de la festividad urbana que busca la totalidad.
La fiesta de participación comunitaria es sustituida por fiestas otorgadas por la autoridad. Volviéndose elitista, específicamente del seno burgués, evolucionado ante nuevos significados, y representaciones sociales que configuran una nueva forma de interpretar la fiesta, los rituales, gestos y objetos se cargan de elementos simbólicos que enuncian aspectos de la cultura dominante sobre la cultura popular haciendo de la fiesta una manifestación creativa en constante cambio y de valores nuevos.
* Seminario de Historia Cultural 26/05/2009.
[1] Chartier, Roger. “Disciplina e Invención: La Fiesta”, en Sociedad y escritura en la Edad Moderna. La cultura como apropiación. México: Instituto Mora, 1987. pp.19-35.
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