4 de junio de 2009

Discúlpame pero no sabía que creías en Dios / Entonces para quién demonios pensabas que eran esos templos / Precisamente

Por Fernando Escobedo[1]

Cuando al fin algún día nos levantemos de la cama, nos arreglemos para salir a trabajar o a estudiar como cualquier otra ocasión y allá afuera, allá en donde estábamos seguros se encontraba el jardín de la casa, aparece una selva con ruidos amenazantes, una oscuridad lúgubre creada por enormes troncos que se caracterizan por no terminar, con movimientos de sujetos que se camuflajean entre los ramajes, sombras que parecieran predecir un final doloroso y una sensación de que nuestro tiempo está contado y nada de lo que conocíamos en “un día como cualquier otro” parece estar ahí. Ese “estar ahí” que antes brindó seguridad pero ahora nos conduce hacia el horizonte opuesto, hacia el temor por nuestra vida, “ahí”, en ese momento, en ese instante que pone en práctica lo rechazado por el “yo Ideal”, comprenderemos lo que es ser el “otro”. Ese ser que somos “nosotros” y que puede significar alteridad y mismidad a la vez, que presionado por lo estados psicológicos de una experiencia, en este caso neurótica, es capaz de verse a sí mismo como siempre lo ha hecho o como nunca quisiera ser. Este intercambio de roles representa las dos caras que componen a la misma moneda: el Yo.
Entonces, siendo partícipes de aquel momento, nuestra percepción se acelerará, todas aquellas fobias, perversiones y demás actos que surgen de la identidad y que son considerados actividades destructivas, florecerán. Nos convertiremos en nuestros miedos, nos alteraremos, nos convertiremos en nuestra alteridad, pero a su vez siendo nosotros mismos. He aquí el problema con el que se enfrentó Cristóbal Colón al descubrir América. Su deseo por alcanzar la gloria lo conducirá a encontrar aquello que su mundo le había dicho que encontraría y todo lo que observará será rechazado por su “otro interno”, es decir, será rechazado por lo que él es, siendo algo “inexistente”. Es decir, aquel “otro” que se posa frente a su mirada existe únicamente como válvula de escape para su propia identidad, pero en sí no existe como una identidad independiente, surgirá por todas partes pero los mecanismos que defienden el principio de realidad del personaje principal del descubrimiento se activarán como sugerencia de una posible pérdida que no llegará a ser.

[1] Seminario de Historia Cultural, 21 de abril del 2009. La Conquista de América. El problema del Otro. Descubrir. Tzvetan Todorov.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Disculpadme profundamente pero, no te entendí...