4 de junio de 2009

En busca del paraíso: cuentos de hadas e ideales políticos

Por Fernando Escobedo[1]

En el minuto 48 de la película, en la punta de una montaña, aparece la sombra de un hombre que alza la mano al estilo nazi alemán, figura que no es comentada por los personajes de la película pero que es utilizada como una especie de duda o laguna en la memoria histórica del contexto tanto personal como cultural del relato autobiográfico de Marjane Satrapí, mujer de nacionalidad iraní que sobrevive a una serie de revoluciones militares, ideológicas y, por lo tanto, culturales en su país y fuera de él. En el guión de la película se juega con las experiencias de una identidad que tiende a rechazar a la sociedad en la que se encuentra, anhelando cierta libertad que (superficialmente) no puede adquirir a través de las comunidades que la cobijan conforme a sus respectivos imaginarios culturales. Por más que ella cambia de panorama histórico, geográfico, estético, religioso o político y trata de adaptarse, su hambre por saciar ese vacío de libertad que domina su periodo de vida (la película termina cuando tiene 21 años) no parece tener fondo. La muerte, a través del tío Anouche (rol representado por Iggy Pop en la versión estadounidense :S, una curiosidad) y la guerra, el rechazo, la ruptura, la soledad y la violencia en general, cobran gran importancia en la mente de una mujer repatriada que aunque es advertida por su abuela (figura que en diversas culturas representa el subconsciente del ser humano), comienza a perder su integridad y con ello, lo más importante, pierde, en el torbellino del progreso-paraíso prometido de la modernidad, como el árbol que sin razón alguna cae, sus raíces, su identidad.
La protagonista es arrojada a las calles de París, es ¿violada? y amenazada por la brutalidad del espejismo de la libertad que tanto añora, es despreciada por la escala de valores de su propio país y, mientras ocurre esto, es contagiada por la susceptibilidad, el escepticismo, la locura, la rapidez y la pérdida de fe religiosa y secular de los tiempos y lugares en los que vivió. En mi punto de vista, se le compartieron desde muy pequeña experiencias y conflictos intelectuales de gran complejidad y, debido a eso, desarrolló todo un guardarropas de fantasías al estilo de los cuentos de hadas sólo que con ideales políticos. Recuerdo como Marjane reacciona ante la posibilidad de una vida “absurda” (su amigo punk de origen francés se la menciona), exclamando desde lo más profundo de sus entrañas la necesidad de sentido!!! ¿Qué más se podría querer?


[1] Seminario de Historia Cultural. Comentario sobre película Persépolis. 24 de febrero del 2009.

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