1 de junio de 2009

EL CINE:

¿FUENTE O INTERPRETACIÓN?

 

José Antonio Altamirano

 

El mundo se entiende a base de representaciones, las cuales se sustentan en las ideologías y los discursos. Las sociedades se proyectan en imágenes y estas, a su vez, dan la pauta para la reflexión, desde esta óptica se puede hablar de un ejercicio de tipo dialéctico. Uno de los medios mas recurrentes para dicha proyección es el cine, el cual ha dejado de ser solo un medio masivo de comunicación para convertirse en un cazador de imágenes de la realidad social. El cine es, por lo tanto, un producto social lo cual lo lleva a representar o reflejar un momento.

 

El artículo de Mar Ferro El cine ¿contraanálisis de la sociedad?, se convierte en un texto revelador acerca de la importancia que la industria cinematográfica representa para el quehacer histórico; aunque, a decir del mismo historiador francés, no ha sido (al menos hasta el tiempo en que se publicó el texto) tomado en cuenta de una manera eficiente. Esta pseudo-rivalidad se debía a la confrontación entre la imagen y la palabra, entre la representación y la ideología. Al paso del tiempo esta confrontación se ha ido diluyendo y se ha convertido en una alianza interesante. El cine ha pasado a ocupar un lugar importante en el análisis social, debido a que las imágenes dicen mas que las palabras y que la mayoría de la gente es visual en su aprendizaje, se puede entender el porqué de este posicionamiento. Así la historia se ha ido haciendo asequible para grandes segmentos de la población que leen con interés en la pantalla grande lo que se les dificultaría leer en los textos. Sobre este último aspecto, es importante señalar que para seguir en esa curva ascendente de importancia, lo que se presenta en la pantalla debe estar basado en textos debidamente fundamentados, pues de lo contrario se convertirá en un mero pretexto y quedará solo como  anécdota y no como hecho histórico. En el cuerpo del texto, y a guisa de hacer práctica su argumentación, Ferro analiza un par de cintas. En ambas de dejan ver características propias de los gobiernos respecto al cine, control mediático y censura parcial o total. A fin de cuentas producto social, el cine proyecta tanto la realidad político-social como las causas que la originan; por lo tanto los gobiernos –independientemente de su orientación ideológica- anteponen su interés discursivo a la tan pregonada libertad de expresión, en este caso artística.

 

El punto, para mi, conflictivo radica en definir si el cine ocupa el papel de fuente o interpretación. La trivialización de los procesos hermenéuticos se yergue como una amenaza sobre el rigor epistemológico en la ciencia histórica. Esto es debido a que la plasmación de imágenes sobre determinado acontecimiento histórico, parecería estar supeditada a la creatividad del creador del film –claro, sin pasar por alto a todo el equipo que interviene en el proceso- y, por ende, a su ideología. Concebirlo entonces como fuente sería darle todo el crédito de una investigación, cuando su papel, quizá, solo sea el de dar otro punto de vista respecto a un acontecimiento. Equiparando el papel que juega el lector en la producción de los textos según el análisis de Chartier, el papel del cine-espectador (o cinéfilo para los mas refinados) debe ser considerado con seriedad al momento de producir un documento al respecto. El público, mayormente visual en su aprendizaje, captará con mayor rapidez los elementos de un hecho histórico proyectado en una película que el plasmado en un texto.  Lo que si es innegable es que la importancia creciente del cine como análisis (que no contraanálisis) social es claramente perceptible en todos los órdenes de la sociedad y la ciencia histórica hace muy bien en recurrir a él para proyectarse. El debate sobre si es fuente o interpretación continuará mientras ambos existan.

No hay comentarios: