1 de junio de 2009

¿REVOLUCIÓN DE UNA VIGENCIA O VIGENCIA DE UNA REVOLUCIÓN?

José Antonio Altamirano

Ahí donde se avizoraba un panorama de continuidad surgió la ruptura de manera inopinada y a la vez previsible. Esa dualidad (o dicotomía, dependiendo del ánimo hermenéutico) presente en los procesos  humanos a través de la historia, se pone de manifiesto en el tono de las relaciones humanas en las postrimerías del siglo XX. Cuando la humanidad se acercaba al ocaso del siglo mas productivo (en términos tecnológicos) de su historia, sus estructuras básicas –partiendo de la familia como núcleo primigenio- sufren adecuaciones las cuales terminan convirtiéndose en transformaciones sustanciales; es decir asistimos a presenciar un cambio de estructura y no solo una re-estructuración. Así se pasa de lo definido a lo por definirse, pues una parte de la humanidad se presenta como punta de lanza para la metamorfosis –la juventud- y otra –los adultos- representa el alto en la marcha.

El diagnóstico realizado por Hobsbawm de la revolución cultural lo considero como el resultado de una auscultación completa. Expone con nitidez y profundidad el derrotero de la humanidad en la segunda mitad del siglo XX, razón por la cual el estudio de la cultura cobra una nueva dimensión. La vorágine de los cambios ideológicos desembocaron, lógicamente, en un cambio social que sigue mostrando sus alcances y posibilidades de continuar cambiando. No se trata solamente de hacer una lectura simple acerca del ensanchamiento de la brecha generacional, resultado de las diferencias etarias; sino de interpretar el sentido de las transformaciones. Porque queda claro que el concepto de cultura se muestra a plenitud como compendiador de toda manifestación humana. Así la movilidad conceptual, entonces, avanza y la humanidad con ella; por lo tanto, el análisis de los fenómenos sociales desde dicha perspectiva se vuelve un imperativo y una necesidad espiritual. La transición de siglo y milenio que nos ha tocado vivir ha venido a arrojar mas luz sobre este proceso, de ahí lo valioso de la aportación analítica del historiador británico. Lo que para él en los 60´s y 70´s era un fenómeno social novedoso, hoy son para nosotros el pan diario. Hoy en día esas transformaciones son el preludio de otras tantas y para su análisis contamos con los elementos metodológicos aportados por la incipiente generación de historiadores culturales. Debemos aprender a seguir observando nuestro entorno social como un ente cambiante para vislumbrar correctamente la dimensión de estas transformaciones.

Cuando el individuo se impone a la sociedad –cenit de la revolución cultural a decir de Hobsbawm- asistimos al rompimiento del orden de las estructuras ideológicas pretéritas. El panorama cultural, entonces, es diferente y ello debe conducir a afrontarlo con nuevos criterios de interpretación hasta que su vigencia así lo permita. Cabría preguntarse, en este sentido, ¿si el advenimiento de esta revolución es sinónimo de un punto sin retorno en cuanto al fundamento axiológico que ha llevado la humanidad consigo a lo largo de su periplo por la historia? ¿Hasta que punto el concepto “revolución cultural” deberá ser revolucionado para seguir teniendo vigencia?

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