4 de junio de 2009

Instrucciones para la lectura de utopías. Advertencia: Los objetos pueden verse más grandes de lo que realmente son

Por Fernando Escobedo[1]

Nostalgia, edad de oro, refugio, fertilidad… estas son emociones o estados abstractos recurrentes en la vida del ser humano, los que invocan un retorno a momentos placenteros que hayan dejado huella en la memoria de la sociedad o, simplemente, en la experiencia individual de cada sujeto. Es un encuentro con recuerdos que organizan el pasado a partir de logros o sufrimiento, desenvolviendo la necesidad de retener el momento de gloria en el que el orden y la prosperidad reinaban, o de fijarse en el reflejo de la más grande pérdida, es decir, mostrarla como la derrota absoluta del bien. Esta es la utopía, diálogo que promete la sublimación pero que, a su vez, transforma la experiencia en culpa, creando el momento antagónico de su existencia desde su origen.
En términos freudianos es equivalente al perverso polimorfo, estado en el que existe total libertad sexual durante los primeros meses de vida pero que al introducirse en esquemas sociales se ve obligado a contradecir su propia naturaleza. En teología cristiana únicamente se puede comparar al Edén del Antiguo Testamento, paraíso terrenal en el que la pareja primigenia, constituida por Adán y Eva, deambulaba con libertad, sin temor a algo externo, a la alteridad, sin miedo a la diferencia, pero que tras desarrollar conciencia de su error enmarcó sus propios límites, generándose así el pecado.
Jean Delameau nos habla sobre el Hortus conclusus una especie de evocación a la virginidad, un deseo por recuperar el estado primigenio anterior a la expulsión del paraiso, en el que el terror hacia todo lo material, sexual o natural, produce una aversión hacia la misma idea del Edén, una culpa tan intensa por haber cometido tal error que no importa la contradicción en la que se cae sino que esta misma es enriquecedora. Y fue durante la Edad Media que la figura de la virginidad se convirtió en perfección, siendo el asceta ejemplo a seguir del hombre puro y en comunicación con Dios, enclaustrado en templos que perdían su vínculo con la comunidad durante la mayor parte de sus vidas. Durante este periodo la imagen del jardín-paraíso funcionaba más como un recordatorio del pecado. Sería a partir del siglo XIV que la naturaleza realmente entraría en la contemplación occidental con el objetivo de inspirar belleza y conocimiento, corrompiendo la cerrazón de inspiración religiosa y culminando con la utopía intelectual y científica de los siglos XV, XVI y XVIII: la modernidad. Finalmente, dicho modelo impulsará la intervención de la creatividad humana al interior del paraíso, desembocando en una sociedad basada en la comunicación.


[1] Seminario de Historia Cultural. Nostalgia en Historia del Paraíso de Jean Delemeau. 5 de mayo del 2009.

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