4 de junio de 2009

La lectura y la construcción del mundo cotidiano a través de la intimidad

Por Fernando Escobedo[1]

Desde Nehemiah Wellington, un tornero nativo de Londres y nacido el año de 1598, hasta Justus Menius, un teólogo luterano alemán nacido en 1499, Roger Chartier nos conduce a través de la práctica, realizada por las élites sociales, de la lectura en voz alta durante los siglos XVI y XVII de la Europa moderna, en dónde tanto puede convertirse en un pasatiempo personal o colectivo de carácter lúdico, a una actividad moral que expande la relación familiar al interior del hogar o que ameniza la relación entre amigos en la taberna, en las reuniones hogareñas, en los espacios de entretenimiento.
Ahora, es fundamental comprender que el autor nos invoca a observar la necesidad de construir el espacio a partir de la voz, aquel espacio que refleja los cómos del interés subjetivo y los por qués de su comunicación hacia fuera, aquel espacio que aporta su propia temporalidad y su propio hilo narrativo rescatado desde los momentos del ocio. Es decir, nos encontramos frente a una forma de oralidad que encuentra su objetivo en la mutación de la palabra a través de la convivencia, permitiéndole propagarse (razón de existir de la mutación) de una experiencia a otra, que por medio de la persuasión, del atractivo sexual del discurso en sociedad, esencial para el correcto funcionamiento de la comunicación, se reproduce y contagia a los oyentes, que transforman lo escuchado en una norma para los futuros ritos, ritmos, gustos, excitaciones, placeres, conocimientos, etc., del mundo cotidiano compartido, de lo que conocemos como sus representaciones, de la mímica que nos permite ser íntimos con el lector a través de su voz, convirtiéndonos en huéspedes de un discurso contagioso (memético) que otorga potencia al movimiento de los labios y al gusto como algo aceptado. Así que la lectura en voz alta va más allá del compartir, es una imagen erótica, sensual, que se encuentra detrás del taboo social y cultural que implica el término sexualidad, que persuade, que fortalece al grupo frente a la crítica de otros a través de un acuerdo invisible. Es la frontera que oculta el buen gusto y su función en la sociedad tras diversas facetas ideológicas diseñadas para atraer al otro, para envolverlo, convertirlo en cómplice de un mismo deseo hasta el punto de entregarse a unas mismas intenciones. El reflejo de la lectura en voz alta, es el reflejo del ocio que nos proporciona un momento para sobrevivir, para heredar un Yo Ideal a partir de la dramatización, a partir del autoengaño en el que se involucra el goce. Es una forma de persuadir, de negociar el líbido del lector, de ponerlo a la venta para finalmente saber quien ofrece más y, por lo tanto, de objetivizarlo.

[1] Seminario de Historia Cultural. Roger Chartier, Ocio y sociabilidad: la lectura en voz alta en la Europa moderna. 26 de marzo de 2009.

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