10 de junio de 2009

“LA REVOLUCIÓN CULTURAL”



Por Alberto Díaz

En este texto Eric Hobsbawn aborda diferentes temáticas acerca de la revolución cultural, iniciado por la familia, el hogar y las relaciones entre ambos sexos. Comenta, pues, que la familia sufrió un cambio sustancial, desde su concepción hasta su rol social. Es decir, anteriormente la idea general que se tenía de familia era la del núcleo social parte importante y perpetua del desarrollo del individuo, que se hallaba conformada por la pareja casada y una figura paterna, como símbolo de poder y respeto. No obstante, en las décadas de los años sesenta y setenta se comenzó a gestar una nueva revolución cultural, donde el papel de padre de familia ya no lo fungía tan solo el varón, comenzó, entonces, una emancipación más progresiva de la mujer, tanto a nivel social, económico y familiar.

Ahora se daba el caso de muchas mujeres solteras que tenían hijos y eran el sustento familiar. Asimismo, se dio paso a una independencia por parte de los jóvenes que ya no vivían con sus padres y lo hacían con sus parejas, ya fuesen heterosexuales u homosexuales. Así, la concepción del hogar y familia comenzó a transformarse, ya no era vista por la tradición y costumbres conservadoras como algo mal visto. En lo sucesivo, las nuevas generaciones iban empujando progresivamente hacia este cambio. Dichos cambios culturales en el entorno familiar aparecieron en los países industrializados y en los semi-industrializados, además comenzaron a parecer movimientos estudiantiles que buscaban reconocimiento, aceptación y mejoras sociales en distintas parte del orbe, desde el Mayo Francés, la Primavera de Praga y el 68 en México, donde el individualismo pesaba más que la sociedad.

De igual manera se da una revolución musical y en la forma de vestir, las clases altas adoptan modismo, elementos, símbolos, formas de actuar y hablar como lo hacían las clases medias y bajas, se empiezan a usar más los pantalones de mezclilla. El rock tiene su apogeo desde la Gran Bretaña, con grupos como The Beatles y The Rolling Stone, aunado al surgimiento de movimientos como el Punk, atribuyéndoselos a The Sex Pistols, Peter & The Best Tube Babies, y Cockney Reject. Surgen movimientos pacifistas en Estados Unidos, como los hippies, en contra de la Guerra de Vietnam, manifestaciones feministas y el movimiento Gay en busca de reconocimiento social, es pues, campo fértil para distintas manifestaciones juveniles y sociales, aparece la música disco y el rock experimenta nuevas vertientes, como el heavy metal hasta el black metal, o el reggae popularizado por Bob Marley.

En Latinoamérica, al ser una realidad distinta a la visión europea y norteamericana, los movimientos antiimperialistas son muy fuertes, las ideas sociales y marxistas hacen eco en muchos jóvenes, la música de trova es el medio por el cual se protesta desde el Cono Sur hasta México, muchos escuchan a Joan Manuel Serrat, Violeta Parra, Chabuca Granda, Mercedes Sosa y Víctor Jara, quien le canta al Che Guevara. En lo que respecta a México, se escuchaba fuertemente a Los Folkloristas, Amparo Ochoa, la Nueva Trova Cubana, de la mano de Silvio Rodríguez, Amauri Pérez, Pablo Milanés y Daniel Viglietti. Así, pues, la realidad latinoamericana era totalmente opuesta, estigmatizada por el término peyorativo de “tercermundista”. Estos cambios también se hicieron notar drásticamente, aunque Hobsbawn no lo mencione, pero es de destacar que igualmente aquí se dieron importantes movimientos e influencias sustanciales que permearon al mundo contribuyendo a la revolución cultural.

Queda claro, entonces, que la liberación personal tanto europea como latinoamericana y la liberación social, más allá de la ideología política, iban de la mano bajo una misma bandera y consigna, “sexo, amor, igualdad y drogas”. Las ataduras del poder, leyes, normas del estado, la iglesia y de los padres, ya no podían frenar o enmudecer a estos movimientos juveniles en pos de un cambio. Sin olvidar las demandas de las mujeres en pro de la liberación, medios de control de natalidad, incluidos el aborto, el divorcio y la libre sexualidad y lo más importante reconocimiento dentro de todas las esferas sociales. Así, la vieja estructura, “del vocabulario moral de derechos y deberes, obligaciones mutuas, pecado y virtud, sacrificio, conciencia, recompensas y sanciones”, ya no encajaron ante este nuevo lenguaje que se estaba gestando.

De esta manera, este individualismo pronto encontró su plasmación ideológica en una serie de teorías, tanto el liberalismo económico como posmodernismo entre otras. Sin embargo, de acuerdo con el autor, en el apartado donde desarrolla la idea de la desintegración del antiguo código de valores como de las costumbres y usos que rigen el comportamiento humano, objetaría en que me parece muy sensacionalista, es claro que dentro de cada movimiento o cambio hay resistencias, que en su momento permanecen ocultas y cuando vislumbran la posibilidad de emerger lo hacen.

No obstante, esto no significa que lo acontecido sea estigmatizado como deleznable, la revolución cultural ya ha permeado y el tratar de hacer un regresión de valores o sistemas de valores que corresponde a un tiempo y contexto seria, pues, una aberración. Esto es, debido a que la cultura como las sociedades, no son estáticas y se encuentran en constante cambio y más ahora que somos parte de la globalización. Considero que los modelos de familia, comunidad y hogar, se han hecho más laxos y no tan estrictos como anteriormente lo eran.

Referencia
Hobsbawm, Eric. “Capítulo XI. La revolución cultural”, en Historia del siglo XX. 1914-1991. Barcelona: Crítica, Grijalbo Mondadori, 1995.

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